Carlos Eduardo

Te escucho desde lejos

      A veces ocurre que la vejez otorga, no una juventud eterna, sino una libertad soberana, una necesidad pura en la que se goza de un momento de gracia entre la vida y la muerte, y en el que todas las piezas de la máquina encajan para enviar un mensaje hacia el futuro que atraviesa las épocas: Tiziano, Turner, Monet.

Cf. L\'OEuvre ultime, de Cézanne a Dubuffet, Fundación Maeght, prefacio de Jean-Louis Prat.

 

                                                    

Te voy a amar

por siempre;

 

mi espíritu

está encendiendo

fuego de rosas rojas;

 

mi aliento

en la alta montaña

derrite las nieves eternas;

 

el violoncelo

refulge melodías inmortales

desde tu corazón;

 

el ocaso

se hunde en la mar

de las alucinaciones;

 

Roma también arde.

 

 Tú me hablas

a través del silencio

de la noche,

es un susurro

tu voz de terciopelo;

 

allá lejos

donde reposas

con los niños dormidos

en un sueño sin fin;

 

tus palabras

quedan impresas

sobre el campo yerto,

la acompañan

risas lúgubres

de duendes y almas en pena;

 

estoy empalideciendo de frío,

no me resignaré

ante la muerte siniestra;

 

me dices

que me habéis visto

vestido de ilusiones,

desconsolado y aterrado,

que he dejado de estar con la frente en alto,

que me he encorvado

mirando el prado verde

a mis pies torcidos.

 

París está de luto.