A veces ocurre que la vejez otorga, no una juventud eterna, sino una libertad soberana, una necesidad pura en la que se goza de un momento de gracia entre la vida y la muerte, y en el que todas las piezas de la máquina encajan para enviar un mensaje hacia el futuro que atraviesa las épocas: Tiziano, Turner, Monet.
Cf. L\'OEuvre ultime, de Cézanne a Dubuffet, Fundación Maeght, prefacio de Jean-Louis Prat.
Te voy a amar
por siempre;
mi espíritu
está encendiendo
fuego de rosas rojas;
mi aliento
en la alta montaña
derrite las nieves eternas;
el violoncelo
refulge melodías inmortales
desde tu corazón;
el ocaso
se hunde en la mar
de las alucinaciones;
Roma también arde.
Tú me hablas
a través del silencio
de la noche,
es un susurro
tu voz de terciopelo;
allá lejos
donde reposas
con los niños dormidos
en un sueño sin fin;
tus palabras
quedan impresas
sobre el campo yerto,
la acompañan
risas lúgubres
de duendes y almas en pena;
estoy empalideciendo de frío,
no me resignaré
ante la muerte siniestra;
me dices
que me habéis visto
vestido de ilusiones,
desconsolado y aterrado,
que he dejado de estar con la frente en alto,
que me he encorvado
mirando el prado verde
a mis pies torcidos.
París está de luto.