Alberto Escobar

El ejercicio viene bien

 

 

 

Me voy a correr, 
al parque que se me avecina
al otro lado de esta acera. 
La tarde, preciosa, ensimismada
en una luz solo endémica
de estos lares, como si su carga
fotónica fuese de una densidad
única, c0mo envuelta en el celofán
de una alegría solo sita aquí,
adonde pertenezco, en donde me hallo. 
En cuanto termine esto me voy.
No tengo prisa en concluir este acto
—creativo, sí, pero a ver qué creo—,
esta magia en la que me sumerjo
cuando, de fondo una música lenta,
me doy a hilar conceptos, palabras,
sintagmas pre y proposicionales sin
proponer ni preponer nada que llevarse
a la boca, nada que sea alimenticio. 
Me acerco quemándome al punto
definitivo —algunos lo llaman final
aunque, yo, rebelde sin causa, lo llamo
comienzo—, pero me niego a abandonar
este tableteo y deslizamiento que los dedos,
todos los dedos sin excepción, perpetran
sobre el negro y blanco de un teclado
ya gastado de tanto martilleo inconsistente. 
Ya está bien, estoy conforme con el fondo
y la forma, con el continente y el contenido,
aunque confieso que prefiero este, mi cuarto,
que cualquier otro —Europa mediante—. 
Corto y cierro —pero antes voy a publicarlo,
no sea que todo esto quede en papel mojado,
sin darse a la imprenta, jajaja—.