♥(¯`*•.¸♥millondurango♥¸.•*´¯)♥

Tú, oh, Jehová, eres bueno y estás dispuesto a perdonar (Sal. 86:5).

En el vasto lienzo del universo, donde cada estrella es un pincelazo de luz,

y cada galaxia, un trazo de la eternidad,

hay un artista supremo, Jehová, cuyo conocimiento abarca la inmensidad.

Conoce cada montaña, cada valle, cada río y cada mar,

y aún más impresionante, conoce lo que en el corazón humano puede habitar.

 

Desde el polvo de la tierra hasta la majestuosidad del cielo estrellado,

nada escapa a su mirada, nada es por él ignorado.

Ve las imperfecciones, herencia de una humanidad caída,

pero su visión trasciende la superficie, llega a la esencia de la vida.

 

No solo ve lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser,

en cada error, en cada fallo, una oportunidad para aprender.

Y con cada vivencia que nos moldea, con cada prueba que nos define,

Jehová, en su infinita sabiduría, nos guía con amor que no termina.

 

La misericordia es su estandarte, el perdón su regalo inmortal,

entendiendo que somos polvo, nos levanta cada vez que hay un resbalón fatal.

La historia de Adán nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia,

pero también resalta la esperanza y la promesa de la providencia.

 

Porque en el acto más sublime, en el sacrificio más profundo,

envió a su Hijo, un puente entre el cielo y este mundo.

Un acto de amor tan grande, que rompe las cadenas del pecado,

y nos ofrece una vida nueva, un futuro por su gracia regalado.

 

Así, en cada verso de la historia, en cada línea de la creación,

se refleja la gloria de Jehová, su amor y su compasión.

Porque en el corazón de cada ser, en el alma de cada criatura,

hay un eco de su voz, una chispa de su divina naturaleza.

 

Y aunque somos imperfectos, aunque a veces caemos,

Jehová nos conoce más de lo que nosotros mismos nos conocemos.

Y en ese conocimiento profundo, en esa comprensión sin medida,

nos ofrece su mano, su guía, y la promesa de una vida.

 

Así que cuando mires las estrellas, cuando contemples el firmamento,

recuerda que hay un Creador, y en su amor, hay un eterno fundamento.

Porque más allá de lo que vemos, más allá de lo que sentimos,

hay un Dios que nos conoce, y en su libro de la vida, nuestros nombres están escritos.