En el jardín de amor, brotó el dolor,
pues tu partida fue mi cruel condena.
Quedó mi corazón en una pena,
llorando en la penumbra tu clamor.
Tus ojos, que eran luz, hoy son fulgor
de un tiempo que en mis sueños ya no suena.
La brisa de tu voz se fue serena,
dejando un eco triste y sin color.
Amor, que fue tan dulce, hoy es espina,
y en mi pecho sangrante deja herida,
marcando con su ausencia cruel rutina.
Más sé que en este adiós hay nueva vida,
aunque mi alma se sienta tan cansina,
renacerá, por fin, la fe perdida.
Recuerdo aquel instante en que partiste,
tu sombra se llevó mis esperanzas.
Los días se volvieron desconfianzas,
y el sol se ocultó en un cielo triste.
En cada rincón guardo tus caricias,
vestigios de un amor que fue completo.
Las noches se llenaron de desdichas,
mis sueños naufragaron en tu puerto.
El eco de tu risa es mi tormento,
fantasma que recorre mis pasillos.
Tu nombre en mis labios es lamento,
escrito en cada lágrima y en vilo.
A veces en la bruma de la tarde,
parece que tu voz quiere alcanzarme.
Más sé que es solo un juego del recuerdo,
un truco del dolor para dañarme.
Pero entre el llanto y la melancolía,
encontraré la fuerza para alzarme.
Y aunque tu amor ya sea solo un día,
la vida volverá a iluminarme.
Renacerá el amor en otros ojos,
y hallaré en otros labios mi consuelo.
El tiempo curará mis despojos,
y aprenderé a volar sin tu cielo.