En sus labios carnosos y sensuales,
con néctares de amor;
ha llegado mi espíritu a embriagarse
repleto de pasión.
He pasado a su lado los instantes
que traen luz del sol;
pues sus ojos invitan adorarle
como se adora a Dios.
Empapado en su efluvio de azucena
me siento ser sultán;
disfrutando sus gracias tan perfectas
que me hacen delirar;
pues su estampa es la estampa de una reina
con porte sin igual.
Autor: Aníbal Rodríguez.