Vendrás una mañana de verano,
será luz y alegría tu regreso;
sellando tu llegada con un beso,
rozando mi silueta con tu mano.
Vendrás alguna tarde tempestuosa
y yo estaré esperando en la ventana;
serás sol, primavera muy temprana,
serás jardín y en él seré tu rosa.
Vendrás en una noche sin estrellas
y yo seré lucero en nuestra cama,
seré las notas en tu pentagrama,
seré arena y en mí pondrás tus huellas.
Mañana, tarde y noche yo te espero,
recuerdo tus palabras de aquel día;
tu voz, que con tibieza repetía:
“Vendré… vendré, pues sabes que te quiero”.
Imágenes que llegan a mi mente,
son sombras que oscurecen mi esperanza
y acaban con mi fuerza y mi templanza
llenándome de dudas de repente.
Y surge esa pregunta que me parte,
aquella que no quiero hacer jamás
por miedo a lo que tú contestarás
si un día yo llegara a preguntarte:
¿Vendrás?