jvnavarro

DIARIO DE VERANO XI (CUATRO BOMBILLAS DE NADA)

 
 Cuatro bombillas 
lucen en mi habitación 
y una de ellas está apagada,
existe sola 
en su eternidad
de penumbra mediática,
ajena a lo que pasa.
 
Lámpara de las llamadas de araña 
con sus tulipas opacas
y cristal de bohemia
cayéndole por la garganta.
 
Cuatro bombillas
cada una de ellas de una marca,
son su alma,
una incandescente no halógena,
otra LED clara 
la tercera  halógena difusa,
tal hoja blanca
y la cuarta una perilla,
 la de toda la vida,
ovalada,
de todas la más barata.
 
Cuatro luces
 son las que me acompañan
con sus sinfonías de colores,
con su presencia
que no inquieta
tal luciérnagas
de su bucle enamoradas.
 
  Tendido en la cama
mi presencia 
en esta noche de temperaturas altas,
 solo a las moscas espanta.

Hemos pasado,
en un siglo que no es nada,
de una economía de subsistencia
a otra de despilfarro a manta.

Mi  abuelo labriego 
de tierras áridas
con hilo de pita 
hacia sogas largas
y con esparto espuertas y tomizas
para atar los sacos de trigo y cebada.

Que épocas aquellas
de las guerras en Cuba en Filipinas
y África,
 todos volvían tullidos,
enfermos del alma,
amarillos como limones,
con toses y fiebres altas.
 
De cuatro bombillas iba esta historia
y con Cuba, Filipinas y África,
veo desde la mismísima  cama
como la tercera bombilla se apaga,
y me quedo  con el ordenador en marcha
y la lampara  con su cristal de bohemia,
esperando un milagro que no pasa.
 
Mañana mismo
si es que el sol se levanta,
la luna se esconde,
sale el alba
y la tienda está abierta,
me iré a por dos cirios de esos
de Semana Santa.

Todo con tal de que la poesía
siga siendo la reina
de la farándula
en unas vacaciones
éstas  largas,
con menos luces 
que quien inventó
la silla eléctrica
para que otros la disfrutaran.