Luis Eduardo Reyes Púa

HABLE ENTONCES DE TI (PROSA)

 

Y entonces hablé de la luz, del tiempo y de los breves momentos de sosiego que pasan por la vida, dejando y borrando huellas.

Hablé de las estrelladas noches de agosto al calor de una pira.

Y hablé,  con la venadriz nocturna de los cielos cual un empedernido e incontrolable licántropo.

Y entonces hablé de mí pensando en ti,

mujer que surgiste en una noche de enero.

Hablé de ti conmigo mismo,

con mi ego que suele abandonarme cuando más lo necesito, mi otro yo que queriendo consolarme, me dijo una vez que buscara otro querer y tratara de olvidarte;

Que tus ojos van grabando las vivencias de tus días y de mí ya ni te acuerdas.

Que tu boca apasionada le da besos a otra boca y de mí, ya ni te acuerdas.

Entonces le hablé de ti, le dije que te amaba, y se fue refunfuñando, maldiciendo a mi estable necedad.

Seguí hablando de ti, a extraños y conocidos, a gente que vio tu sonrisa, y a quienes ni idea tenían de cómo eras.

Le hablé de ti, le hablo de ti… a esos lugares que ignoras  y que por casualidad de mi imaginación frecuentamos cada tarde.

Estoy seguro que eres mi pasado y mi presente… ¿serás tú, mi futuro?

Y sigo hablando de ti, tras las huellas imborrables de años desvanecidos.

Y vuelvo a hablar de ti… aún cuando nadie me escucha.

Hago silencio para pensarte y buscar las palabras que puedan definirte tal y como eres.

En elipsis me quedo a pensar, que voy a decir y que volveré a sentir,  cuando vuelva a hablar de ti.

Vuelvo a hablar de ti, de la fe sobrenatural, esa fe que es tan especial, que de tanto poseerla te trajo de vuelta a mi vida.

Hablo del reencuentro de nuestras almas ávidas de pasión, de versos, de atención, y te recuerdo, como si hubiese sido la primera vez…

Tantas  lunas esperando y a muchos hastié diciendo que sólo pensaba en ti; y en el fondo del abismo tu inocencia se moría, porque nunca fuiste mía y no naciste para mí.

Fue entonces… hablé de ti, en otros tiempos  y en otro idioma.

Hablé de ti, en mis versadas expresiones algo raras, las mismas que te escribí con un café por testigo,  convencido de que al fin de cuentas me habías desarraigado de ti.

 

Fue triste hablar de ti, sin ti.

Es triste hablar de ti, sin ti.