Tomás Osorio del Río

64 casillas

Entre sesenta y cuatro casillas

nos quedan dos piezas:

un hombre de arcilla

y un chico que empieza.

 

Son ambas casillas opuestas:

Una es joven que suma,

y la otra nos resta,

a pesar,

de no valer ninguna.

 

Entre unos movimientos

sufren otros sin cesar

rebuscando en sus cimientos

colocarse y acechar

 

Pero no hay mate posible

para el rey en su actuar

y no queda otra irascible

que ansíe a un juez desubicar

 

Sin embargo, ese chiquillo no es un huésped

le persigue deseoso el que mutila

hasta la muerte.

 

Estaba el rey tan loco

que le quiso dominar

pero el niño estaba absorto

y le pretendió ahorcar.

 

El juego de siluetas

avanzaba hacia la luz.

No hallará un peón las piezas

que defiendan su virtud.

 

Y en la negra tropieza

el niño al elaborar

una argucia que al rey mienta

y confúndalo al obrar.

 

El rey fragua su venganza

ante aquel niño impostor

porque se proclama dama

cuando no es más que un peón.

 

Y ese niño ya no avanza

debido a su gran temor,

él sostiene en su ignorancia

que su rey no es un traidor.

 

Él es pieza, un utensilio

al que el rey no ha de ignorar

y por ello pierde el juicio

y no alcanza su final.

 

Mataría con la asfixia

a esa dama si pudiera

porque ella no es de arcilla

como un peón que si lo fuera.

 

Pero el rey es un idiota

que no ve que peón es dama

y que solo al rey llaman

a la horca

 

Y a la dama no le importa

esconderse en otro cuerpo

sabe que es cuestión de tiempo

que ella sea.

 

Aunque el rey ya no la crea

ella es dama en su nobleza

conocida por la fuerza

de su pueblo.

 

Y el tablero que es de arcilla

no merece a su adalid

porque reina ha de morir

ante su juego.