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Job no pecó con sus labios (Job 2:10)

En la vastedad del tiempo, en la lucha entre el bien y el mal,

se alza la historia de Job, un hombre de fe sin igual.

Satanás, con astucia, desató su cruel vendaval,

intentando en vano que Job a Jehová renegara sin más.

 

Más Job, firme y sereno, ante el dolor no se doblegó,

ni ante la pérdida inmensa, ni el sufrimiento que enfrentó.

El viento rugió con fuerza, la casa en escombros quedó,

y el fuego del cielo cayó, más su espíritu no quebró.

 

Los hijos de Job, en banquete, por el destino fueron hallados,

y en un instante, la alegría en luto fue transformada.

Los rebaños y sirvientes, por el fuego fueron tocados,

y en el corazón de Job, una prueba de fe fue sembrada.

 

No eran meros fenómenos, no eran casualidad,

eran pruebas de una batalla, de una celestial rivalidad.

Job, en su corazón, sentía la divina voluntad,

y aunque el dolor era fuerte, su fe no mostró debilidad.

 

Con cada prueba enfrentada, con cada lágrima derramada,

Job, en su sabiduría, entendía la lección enseñada.

Que no todo es como parece, que la fe es la verdadera espada,

y que incluso en la tormenta, la bendición está disfrazada.

 

Porque la vida es un tejido de momentos buenos y malos,

y cada uno lleva en sí la semilla de los regalos.

Job lo sabía, y por eso, en su dolor y sus descalabros,

alzó su voz al cielo, diciendo: “Bendito seas, en ti confío mis pasos”.

 

Así, en la historia antigua, un mensaje para la eternidad,

que la fe no es solo alegría, sino también adversidad.

Y que al final del camino, más allá de la calamidad,

resuena la voz de Job: “En todo, alabado sea Jehová”.

 

Que su nombre sea cantado, en las alturas y en la profundidad,

en el susurro del viento, en el fulgor de la tempestad.

Porque en cada desafío, en cada prueba de la realidad,

hay una oportunidad para crecer, para encontrar la verdad.

 

Y así, cómo Job, enfrentemos nuestro propio caminar,

con la certeza de que, tras la noche, el sol volverá a brillar.

Que las pruebas son pasajeras, y que siempre habrá un lugar,

para aquellos que, como Job, eligen en Jehová confiar.