Te lo prometo.
Ten en cuenta que hierve,
que mientras otra, alguien
como tú, no venga a cubrir
tu vacío, ese efluvio, eso,
ese aroma que sube fuerte
desde la ribera de las entrañas,
permaneceré atado a tu yugo,
a tu encanto que no es encanto
sino algo más, es tierra de labor,
plantío donde plantar mi semilla.
Te lo prometo.
Me cuesta y lo reconozco, es pronto,
las heridas todavían hieren, la sangre
está húmeda de agua aún, el rojo
de mi pasión entreverada en la tuya
crea imágenes como películas, y no
puedo por menos que atarme al mástil
del deseo y soportar, en una altamar
fiera, el armonioso canto de unas sirenas
que cada vez están más cerca de babor.
Te lo prometo, aunque no sé todavía
si esa promesa es verdadera o falsa.
Te lo vuelvo a prometer —por si no
te ha quedado claro— y me retiro a pensar,
me desvío a mis aposentos a recolocar
las piezas que el puzle de mi corazón
ha dejado al desgaire, sobre mi jergón.
Ya no más, no quiero que mueca alguna
sobre la comisura de tus labios nazca
por mi causa. Confía en mi incapacidad
para gobernar mis sentimientos, confía,
no te defraudaré, o sí.
Te lo prometo...