Después de casi asfixiarse
en la trivialidad
de los absurdos rituales diarios,
ineludibles en la lógica biológica y social,
regresa nuevamente,
al sitio en el cual,
arrinconado por los acontecimientos,
casi irracionales,
desarrolla el rol gris
que desde hace un tiempo encarna,
en el patético escenario teatral
donde interacciona,
adherido a las normas sociales.
Lo perturba y mancilla
la mas colosal soledad,
se siente ajeno, anónimo,
excluido en medio
de una complicada maraña
de lazos sociales.
Sus enormes vacíos, en ocasiones,
le obligan a nombrar un listado largo
de irreflexivos argumentos,
que arroja continuamente,
sobre incautos con los cuales se cruza,
quienes actúan instintivos,
sin itinerarios,
aplicando procedimientos arcaicos,
quienes al verle con su sutil pretensión,
se alejan,
para continuar con sus vidas fútiles.
Súbitamente, en plena desesperanza,
sobreviene un acontecimiento fortuito,
combaten sus deseos carnales,
sus aprensiones y su razón.
Invicta la razón, descubre,
que la mayor parte de su vida
a tenido
continuas e insólitas pérdidas,
se a abandonado a la casualidad,
y sin confrontación,
se ha resignado a ella,
volviéndose adefesio digno de lástima.
Siente calma y lucidez.
En silencio interpreta realidades,
se despoja de conexiones degradantes.
Evita ataduras.
Se desata una revolución interior.
Mira el horizonte.
POR: ANA MARIA DELGADO P.