Carlos Eduardo

MAR HECHICERA, DANZA


Si no sale al espacio en breve, es posible que en este siglo la humanidad desaparezca de la faz de la tierra como consecuencia del desastre ecológico, lucha cruenta por apoderarse de las fuentes de energía, agua, ...

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      Me duele no poder decirte que te amo, no lo deseas oír, no son más que palabras   –es tu respuesta-.

   Tampoco quieres buqué de flores ni bombones, representan lo trivial, prefieres las rosas luciendo en el jardín y el azúcar morena astilla.

   Entonces, me acerco lentamente por detrás, te abordo con mis brazos rodeando tu cintura y en tus oídos rozándolos con mis labios musito, reina de todos los cielos, veremos estrellas fugaces, miremos su trayectoria. Ahí tiemblas, tu piel cambia, aparece toda tu hermosura, sonríes y entreabres los labios.

    Arde la noche, continuamos danzando en la playa bañados por la lluvia, la música juega en las olas; zulúes de pechos turgentes ondean sus cuerpos, las sombras de sus figuras iluminadas por las hogueras están en guerra; alegría liberadora, estremecimiento. La mar nos lame con caricias deliciosas como sí supiera.

   Llega la alborada, subimos en los veleros, mecidos, avistamos delfines iluminados de felicidad, gozan, van vestidos de fraile, oran; iridiscentes peces beben gotas dulces en saltos artísticos, retumban suavemente los tambores acompañando cantos polifónicos de los espigados navegantes; estamos en paz con el universo, integrados a él, somos uno, instante eterno, olvidados de la existencia; no obstante, espejados en la mar en movimiento.  En las alturas resuena: ¡hosanna! Todos, viajamos hacia la nada sobre la nave del olvido.

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