José Fas Fonfría

ÉRAMOS TAN JÓVENES.

ÉRAMOS TAN JÓVENES.

De la mano, y avivando los dos, el paso,
entramos en el oratorio de la sagrada ermita,
donde la hermosa tarde, ya en su ocaso,
nos invitó a darnos, el agua bendita.

Ocultos, tras un pilar del templete,
rezamos y nos besamos con pasión,
siendo a la vez bendecidos, seguramente,
por rezar una cristiana y fervorosa oración.

Rezamos frente a la capilla de la Virgen,
y ante tan impoluta e intachable imagen,
ambos nos juramos imperecedero amor,
siendo Dios, testigo único, de tan exaltado fervor.

Recuerdos, que guardo en mi mente,
tantos, que ya, no los tengo en cuenta,
de años, teníamos… escasos veinte,
y hoy, tenemos más de sesenta.

Por la boca muere el pez,
sea a plena luz, o en penumbra,
cuando vives falto de sensatez,
cualquiera mala decisión, te derrumba.

Hoy, eres madre y hasta abuela,
me enardece y estimula verte feliz,
cuando llevas, a los nietos a la escuela,
mientras yo, me siento tan infeliz.

Mientras tanto, recatadamente espero,
esa segunda y anhelada oportunidad,
que a veces, por tan ansiado desespero,
te brinda la vida, por tanta conformidad.