Cierto, he visto los dinteles de la muerte.
He estado tan cerca, y no entiendo nada.
Unos me dicen que es asunto de suerte.
Otros que, es porque mi aura, es dorada.
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Y, yo no sé cómo objetar, tales improntas.
Es que, en mi mente, se resbala la verdad.
No sé cómo, el Ser, a la muerte confronta.
Pretender saberlo, es un acto de vanidad.
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Ella es, la gran verdad eterna de esta vida.
Vale entender que, nos pauta, cada paso.
Del pecado original Ella es, la gran herida.
Negamos qué, justos, son nuestros pasos.
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¡Cada ser vivo, tiene sus respiraciones justas.
Persuadida estoy qué, hablar de Ello, asusta!