Créeme, desde el día en que te fuiste,
todo se acabó para mí.
Las ganas de vivir se me apagaron,
mis esperanzas se me convirtieron
en ilusiones fallidas y sueños platónicos.
Confieso que mi corazón dejó de latir,
mi mente suspendió el raciocinio,
a mi voz se le apagó el sonido,
mi lengua se quedó sin palabras
y mis ojos se me fueron nublando.
Desde el día que te fuiste de mi vida,
de veras, niña blanca, ya no sé quién soy...
En todos lados me rodean confusiones,
no sé lo que quiero, no sé a dónde voy.
En mis largas y negras noches, amor mío,
mi estrella, mi luna, mi luz y mi sol,
te extraño, te añoro y te lloro.
De veras, cuánto sufro por tu ausencia.
Se me congela el alma en el pecho
y se me suspenden los suspiros
el saber que ya no estás conmigo.
Con continuos reproches letales,
lentamente me asesina la conciencia,
arrostrándome mi infidelidad
ante tu fidelidad absoluta.
Compadécete de mi cruel agonía,
perdona mi hipocresía, libertinaje
el desvarío con que te herí y ensucié,
y vuelve nuevamente conmigo,
luz de mis ojos, paz de mi alma.