Adiós, mi viejo amigo,
ahora que te has ido
vida nace en un pardal.
No es una coincidencia,
que de todas aparezca
esta ave al cruzar.
Dime tú quién volará
Si entre todas sus heridas
Hallo manchas de alquitrán
Dime tú quién soñará
si estas plumas no esclarezcan
esta mísera humanidad
Como el caballo, el pardal come pan.
Rebócese en migajas;
quizá pueda sanar.
Recuerdo alas de brea
que imagino
sobre el lomo de mi amigo
Son heridas en las alas
cicatrices de alquitrán
que recuerdan a un conocido.
Él no siente entre sus patas
las cadenas de metal
y su ala encorsetada
ahora pídale curar.
En estas manos encalladas,
muertas, náceme ese roce
de unas plumas tan delgadas
que olvidaron quien les cace.
Pero vive,
bajo el nido que lo expulsa
por ser sombra en silueta
su alma libre.
Pero vive.
a pesar de las langostas
que persiguen su cantar.
Renacerán
otras vidas en pardales
que revuelen alta mar.
Existirán
mil razones de encontrarse
conviviendo en su soñar.
Pero el ave que ella fuere
habitaba en un corral
Y ella ahora vuela libre
junto al viento, sin cesar.
El ayer cobra sentido
al ver su alita vibrar.
Mis mejillas se levantan
en sonrisas de mi faz
Esa tímida sonrisa
que surge por su aleteo
me acaricia en cosquilleos
como si fuera la brisa.
Dime pequeñajo:
¿Qué es de aquella libertad
si tú no estás?
Dime quien es amo
si están rotas las cadenas
de metal.
Dime a quién reclamo
qué te vayas
si tus alas veo alzar.
Dime pequeñajo: ¿Estas alas
se encandilan al flotar
sobre las nubes?
Dime pequeñajo: ¿En el cielo
tú querrías levitar
si a este subes?
Antes era uno, y somos par
Uno que no intuyo al dedicar
esta poesía
y otro que provoca el mío soñar
de fantasía.
Espero pequeño pájaro
que vueles tan alto
que nadie te logre alcanzar.
Adiós, querido Osvaldo,
a ti, y a ese amigo
que me acompañó por catorce años.