Antiguamente, las mujeres
se sentaban en las eras
a coser y a chafardear.
Ahora, los hombres
se colocan enfilados en una barra
al calor del moscatel
para tejer bufandas,
que no se les da nada mal,
con el ganchillo en las rodillas,
sin parar de cotillear,
son fáciles de manipular
y nunca sueltan una verdad.
Es un bucle en espiral,
tienen que quedarse
siempre hasta el final,
que si uno se levanta para salir,
despluman a su mujer
y le buscan otro padre a la chica,
que ya tiene edad de festejar.
Cómprate un saco
y quédate a dormir en el bar,
aunque para qué perder el tiempo
si mañana es hoy,
ya es hora de abrir
y tienes que ir a trabajar,
que te faltan diez años
para poderte jubilar
y trasladarte a vivir a este bar.