Cuando creo haber alcanzado el cénit boreal
la realidad me retiene entre sus garras
para convencerme de que nada es tan esquivo
como una náyade arbórea en medio del bosque…
Y entonces sé que he estado soñando
y que soy de carne y hueso…
Pero, ipso facto, sin avisar,
apareces de nuevo llameante ante mis ojos:
te ofrezco mi mano y me abduces sin piedad…
Abstraigo mis ideas cada día
tratando de ignorarte: mas resulta imposible tal empeño.
No tengo alternativa… o no la quiero.