Ivette Urroz

Los vientos convulsivos ocasionan una tormenta

Los vientos convulsivos ocasionan una tormenta

de inexpresivas desigualdades de eminente integridad,

y espantada, la noche se despeluca completamente de sentidos;

chilla como una ambulancia estrellada en el aire espectador

a miles de años luz, muy lejos, muy lejos de aquí.

El mugiente despertar de las ambulancias

lloriquea contra las calles y los techos que gobiernan,

la desdichada serenidad

como afligidos sobre la inductividad de los manotazos

e impide el cuarzo en cuarentena de su cuantificada

simetría de carnosidad aventurada.

En el bien y en el mal hay aluviones de bólido rencor,

hacen un frío castigado cual apogeo sobre el despuntar

cronológico de sus días.

Disipo la tristeza en su cuarta holgura de coreografía

trimestral.

¿Ya he trenzado su voto devorador flotante de los siglos?

Sé cómo camina su sentimiento lobado al cavilar.

Escribo mis temores malgastados en su novena costilla

auricular: como infecunda, infecunda, infecunda.

Sé que hay nubes llorando en la norteada paginación

golosa muriendo mutante de moralidad.

Miro a los pujantes cataclismos en piélagos de amor,

doy gracias al patrullar patudo como indultar espigadamente

y derramo la esfinge mediadora de medias lunas nacionales.

¡El tormento ululante de perpetua personificación!

en la borrasca que ruge superdotadamente.