escritorangel

Antes de vender la cama...

Antes de vender la cama...
 

Antes de deshacerme de la cama, rescate minuciosamente todas las caricias que aún se conservaban incrustadas entre las pelusas de las sabanas, los sonidos de tu cuerpo deshaciéndose en el deseo, sonidos suaves, como pidiendo, como suplicando que no te desprendiera del cielo, otros bastante profesionales que me hacían dudarte y sorprenderme, otros que no decían nada, solo existían, que a su vez hacían el amor con mi suspiro y tu aliento entrecortado, entre tu muerte en mi desnudez y mi aliento agitado; todavía se conservaban en nuestra cama, gravitando a milímetros.


Les he rescatado de su muerte prematura, les aspire hasta el fondo del pulmón, hasta el secreto alveolo, hasta la íntima célula. Antes de deshacerme de la cama, limpie minuciosamente mi mirada y empecé a fotografiar con estos mis-tus ojos cada arruga, cada pliegue de la sabana, cada figura del arte de tu silueta.

 

Antes de deshacerme de la cama, limpie mis manos y los pase por cada recodo, por cada montaña, por cada huequito que dejo tu sonrisa, que dejo tu espalda, que dejaron tus codos en la cama, cada hueco tiernamente inventado por la curvatura exacta de tus caderas, por el peso irresistible de tus pechos, por la marca microscópica de tus pezones, por que conozco el lugar en donde estuvieron, en donde habitaron 1825 noches, en donde se murieron 1825 veces, por que conozco y hay rastros del swing que marcaron tus pezones al amarme, al deshacerse, al morirme.

 


Antes de deshacerme de la cama me desnude el alma y el cuerpo y me acosté tres días en ella; para la sed de no tenerte, frote mi cuerpo contra la humedad tibia que aún conserva; tape mi boca y mi nariz, y respire con los poros de la piel, aspire con los poros de mi cuerpo todos los colores de tu aroma en la cama.

 

A media noche vacié la esponja de la almohada y dormí dentro de ella, para guardar el olor a frutas de tu acostumbrado pelo mojado al dormir, he reconstruido una de tus trenzas con el cabello encontrado en tu cepillo y dentro de esta almohada en la que duermo, también he encontrado más tersura de vello y he reconstruido morbosamente inocente, el monte de Venus en donde pastee y alimente mis manos(...)

 

Antes de deshacerme de la cama, envolví para regalo mi corazón enamorado y mi piel desgastada, envolví mis besos y caricias en la sabana, y guarde en la almohada mis ganas; al regresar por la tarde a la casa, encontré 50 pesos del ropavejero, del reclutador de camas usadas, del ínclito vendedor encantado, que me devolvió un colchón individual de algún solitario que vendió y que acabará comprando esta cama que ahora yo vendo al olvido. Y entonces, ésta tarde, me he dejado caer con la liviandad de mi alma, sobre mi sonriente corazón acojinado...

 

Febrero, 16, 2009

 

Angel L. M.