Ella, como todos mis versos,
o cada una de mis estrofas,
mi primer o último poema,
sin rimas ni métricas absurdas,
con toda verdad y sin lisonjas,
les juro que es la mujer más libre,
la más auténtica, original y sin máscara
que en mi corta historia he conocido.
Con su temperamento de hierro
forjado por sus heridas de ayer,
de lengua libre y dueña de sí,
por las calles y donde quiera,
con sus miles de cicatrices,
derrotado y ya pisado sus miedos,
toda ella huele a libertad y fiesta.
Como toda mujer, está llena de misterios.
Dice que ya no está para privarse de nada:
Un vino añejo que le caliente el alma,
un intenso y extenso beso sin protocolos;
un amante algo medieval y moderno,
mezcla de caballero e hijo del dios Eros,
depende si es de día o es de noche.
Ella no sabe, o tal vez sí, cuántas noches,
mi ansiedad, mi angustia y desesperación
son culpa de cómo me ven sus ojos
Me confunde cuando me dice \"AMIGO\",
me cuenta esa historia de amor prohibido,
luego mira al horizonte, sonríe y suspira....
Tengo miedo de contarle que yo también
llevo diez y siete años guardando en el alma
un amor que pide a gritos su dueña y su reina.