No me voy a privar de sentir a flor de piel,
si la tristeza me abraza he de llorar un río,
si exploto de alegría mis amigos disfrutarán conmigo,
pero nada me hará ceder
a la frialdad y al abandono del mundo,
porque aunque mi corazón sea vagabundo,
sentirá tanto como un niño.
Y no importará las veces que lo hayan herido
o roto en pedacitos,
cada grieta será el antecedente
de los pasajeros que le visitaron
y la profundidad de la herida
será el reflejo de lo intenso que fue el sentimiento
y así mi humilde corazón será consciente
de que pese a ello lo sigue intentando,
sigue dando a manos llenas
y no verá el desamor como una condena,
si no como un recordatorio de humanidad,
que le permitirá siempre sentir,
sentir sin miedo a crecer
y olvidar que el amor no debe morir,
pero nuestros cuerpos algún día sí.
Y las personas que amamos alguna vez,
de nuestro cariño desinteresado se han de acordar
y nuestra verdadera muerte nunca ha de llegar,
porque siempre viviremos en aquellos a los que abrazamos
cuando sentían frío en su corazón,
en aquellos a los que les devolvimos el aliento en un beso,
en aquellos a los que sostuvimos entre brazos
y su cuerpo del frío resguardamos.
Por eso no me privo de sentir, no me privo de dar
porque esto es lo que soy y no lo voy a cambiar
porque si algo sé es amar
y ese es mi don, mi talón de Aquiles,
mi fortaleza y mi debilidad
por eso mi corazón he de darles
a mis amigos o a mis amantes,
porque yo nunca he de morir
porque en su memoria siempre he de vivir.