Dondequiera que estés
Dondequiera que estés, que la luna
derrame sobre ti toda su luz,
su resplandor más vivo.
Que la intensa claridad
vele tus sueños y tus caminos,
para que no sea páramo
tu región, y en tu latiente roca
no se temple a los nuevos rumbos.
Que esa luz transparente y blanca
acaricie tu rostro como alguna vez
mis manos, ya extintas, efímeras
en el olvido.
¡Luna inquebrantable, benévola, inexorable, cariñosa,
mella las calles de tibios resplandores a sus pasos!
Dondequiera que estés, que el sol
derrame sobre ti toda su luz,
su resplandor más vivo.
Que urja en tu piel su caudal de nuevo día
y plague de vergeles tus ojos,
y en tu latiente roca pose su candil,
para que temple los nuevos rumbos.
Que esa luz ardiente, cándida en el alba,
roce con cortesía tu rostro como alguna vez
yo no supe hacerlo, y que en otras
he querido.
¡Sol imperturbable, bienhechor, estoico, generoso,
que no mengue tu lumbre en sus recorridos!
Dondequiera que estés, que la lluvia
derrame sobre ti toda su ceremonia,
su abundancia más fresca.
Que augure para ti sin torbellinos,
pero a fértiles raudales sus ríos,
y en tu latiente roca con hartura,
todo lo que alguna vez has querido.
Que esa agua sea también luz, aurora,
que llegue a tus orillas serena, limpia,
a besar tus márgenes como alguna vez
fueron mis labios,
algún rocío.
¡Lluvia impasible, noble, perseverante, delicada,
desborda de regocijo sus esperanzas!