Elogio al miedo
Espíritu invisible critica mis poemas,
llamándole al lenguaje «proteica y gris minucia».
¡Oh, lenguas afiladas, perdida está la astucia!
¿Adónde viaja el eco si olvida sus problemas?
Arengas son tus labios que cargan el veneno,
cretinas transparencias, no venden nada bueno.
Algunos albarranes acechan la medida
del verso predilecto, jardín, cuya añoranza
emplea los recursos del tiempo, cual labranza
ensaya con palabras el numen de la vida.
Mas, dice el sabio loco que somos lo que hacemos
y en medio, sigue el miedo de aquello que tenemos.
¡Divinos parlanchines! ¿En dónde queda el estro?
¿En dónde queda el ritmo que nutre el estandarte?
¿Acaso sois idóneos? ¿En dónde queda el arte?
¿Decidme con soltura que ahora sois maestro?
Pues, dicen que Petrarca selló con sus lecciones
los gritos aspirantes de todas las naciones.
Llamadle poesías al grito del borracho
y al necio pregonero que canta hasta en la tumba.
Tu alforja es un cadáver, ¿qué tienes catacumba?
¿En dónde están las mieles del bardo y gran muchacho?
Si encuentras lo que pido, pues dile a Enheduanna
que hay otro acantilado detrás de la ventana.
Samuel Dixon