En la penumbra de la noche silenciosa,
resuena el llanto de un niño perdido,
sus lágrimas son un grito reprimido,
en la soledad, su dolor se hace ansiosa.
Sus sollozos son como eco en la distancia,
cada gemido es un llamado de auxilio,
en su mirada, se refleja el exilio,
en su llanto, se esconde la fragilidad que avanza.
El llanto del niño es un lamento profundo,
un susurro de angustia y desamparo,
en su voz, se escucha el triste amparo,
en su dolor, se revela el mundo.
En la oscuridad de su llanto desgarrador,
se esconde la inocencia herida y vulnerable,
cada lágrima es un grito insondable,
en el llanto del niño, late el corazón buscador.
En la penumbra de la habitación vacía,
el llanto del niño resuena sin consuelo,
sus sollozos son un río de desvelo,
en la oscuridad, su voz se desafía.
Sus lágrimas son como gotas de tristeza,
cada suspiro es un eco de desesperación,
en su mirada, se refleja la confusión,
en su llanto, se esconde la incerteza.
El llanto del niño es un lamento sin voz,
un grito silencioso de dolor y desamparo,
en su corazón, se gesta un mar amargo,
en su llanto, se revela su fragilidad feroz.
En la quietud de la noche, su llanto se despliega,
una melodía triste que busca consuelo,
cada lágrima es un susurro en su anhelo,
en el llanto del niño, el alma se entrega.