Aquella habitación de hotel,
en las sábanas se plasma el arte del deseo.
Como de un capullo que pulula
y se desborda entre tus piernas.
Fulgor de tus labios que se vierten en los míos,
apaciguando mis demonios,
y efervesciendo mis manías.
En esa habitación de hotel,
donde el tiempo se convierte en confidente,
nuestros cuerpos se entrelazan,
enredándose en pasiones que florecen.
Como brisa, tus labios acarician mi piel con lujuria,
encendiendo llamas en estos mantos
que armonizan nuestro canto de amor.
En la extensión de la habitación,
nuestros corazones laten al unísono,
creando melodías de amor eterno,
enlazando nuestros destinos con firmeza.
Así, en ese espacio íntimo y especial,
donde el deseo y el amor se entrelazan,
somos uno, fundiéndonos en la magia
de esta pasión que nunca se desvanece.
Donde el sol nos acompaña hasta haber consumado
el deseo en nuestro lecho de amor.