Me miras como si buscaras algo dentro de mis ojos, algo que ya sabes que está allí, pero yo no. Es absorbente tu contemplación.
Tu mirada diáfana disuelve los pensamientos más oscuros en mi ser, cuando tus ojos se posan sobre mí, me examinan, me descubren y me desnudan encontrando la maleza más íntima de mi alma, es estremecedora tu mirada.
A veces no me gusta mirarte de frente porque tus grandes ojos me seducen, me embriagan de serenidad, una serenidad placentera, una tranquilidad casi inmutable, pero... al mismo tiempo que esa mirada me inquieta, también me encanta y me enamora.
No me queda más que decir: me gustaría morir en tu mirada, así como las tardes mueren entre las montañas encumbradas, así como la oruga muere a su forma básica de existencia. ¡Así quiero morir! Porque sé que no he de perecer del todo, porque volveré a nacer, quizás con otra mente, o en otra de tus miradas.