En el lienzo del cielo, tímidos y serenos, los primeros rayos del alba se despiertan, pintando de oro y rosa los bordes de las nubes, mientras la noche cede su manto estrellado.
Las aves, como notas musicales al viento, entrelazan sus cantos en un coro matinal, y el mundo despierta, como un sueño acariciado, bajo la caricia cálida del sol naciente.
En este instante fugaz, entre sombras y luces, me siento parte de un poema ancestral, donde el tiempo se desvanece y solo existe la promesa de un nuevo día, lleno de posibilidades.