jvnavarro

DIARIO DE VERANO XX (UN DESEO ME ATRAE)

 Un deseo de escribir  me entra
en la noche que se acerca galopante.
 
En estéreo me llegan
con luces de diferentes colores
las imágenes
de un sinfín de establecimientos
de copas y lugares de encuentro
de gentes de diferentes edades.
 
Veo siluetas de jóvenes 
bebiendo en las traseras de los coches;
otros  danzando entre sillas, mesas
y  pequeños espacios
que hacen de pistas de baile.
Todos  parecen lobos y lobas,
antes de repartirse su botín
de carne, vísceras y sangre.
 
Esto me convierte en sujeto en activo,
sereno que cierra los portales de la  noche
para abrir más tarde los de alba
antes de que las caperucitas rojas cojan
 las sendas que lleva a las casas de sus abuelas,
allí  en el bosque.
 
Todo es vida la que veo
fabricada con  corcho
de hacer tapones 
para botellas de vino
y otra clase de licores,
que si no curan ellos 
alegran los corazones.
 
Me sirve en esta augusta tarea
de escribir un poema 
un ventanal que se abre
a los confines de un mar maleable,
plastificado a lo grande
con todo tipo de objetos inimaginables.
 
Así corrijo versos  observando,
hasta conseguir alcanzar 
el número más pequeño de errores
y tiendo al aire los poemas 
para que de lágrimas se sequen
las letras que sirven
para  que sean más legibles,
hasta allí donde
uno quiera y se deje llevar
y es que el saber solo se conquista
 a base de constancia,
 de ser más fuertes.
De nada sirve llenar una casa de libros
y dejar que ellos mueran en sus estantes
sin ir a mirarles la cara
aunque sea para decirles buenas noches.
 
Quien quiera que venga, 
que se acerque a esta casa,
que toque el timbre 
y que abra la puerta que lleva
hasta allí donde se pinta un panorama
parecido al del  Parnaso donde vive Calíope.
 
Y es que  las noches guardan secretos, 
 ellas solas se encargan
de que los poetas vivan
sus mejores momentos entre ausencias notables.
 
Ya todo es para cuando 
el mundo de la locura se apaga
una especie de cementerio inoperante,
el día nos devuelve
a la realidad de la prosa débil. 
A nadie que se sienta herido
por el desamor que en muchas
letras se contienen
se le ocurre acabar de leer un poema
 después de despedirse y de dar las buenas noches.
 
Mañana quedo con ustedes,
no me tarden.