Tontos quehaceres
derriten y sofocan,
llantos inaudibles
ya no derrotan,
atisbos de mañana
despiertan y ahorcan...
Desfila el frío de mieles
por sobre pies agudos
en borcegos flacos, mientras
ese espectador descubre zonzo
la melodía más estrepitosa
y dulcemente única.
Matemáticas en notas
juegan como juglares vendavales
y sus partícipes maquiavelos
tan sólo denotan destreza,
configuran sentidos de un
loco apabullante.
Quien luego deviene en cambio,
detiene a mirar a una avecilla
que tira por borda lo antes acontecido,
demostrando y van cientas,
cuánto maravilla...
Azora ese vanguardista,
deteniendo su tiempo en un afán
por saber qué extraña teoría
se esconde tras esas
pupilas.