En el vasto lienzo del tiempo, las palabras de un ángel a Daniel resuenan,
un eco de promesas divinas, un susurro de misterios celestiales.
\"Los puros de corazón verán la verdad en las hojas del pasado\",
dijo el mensajero, \"mientras que los ojos nublados por la sombra no comprenderán\".
En la danza de los días, los justos se reúnen,
buscando ser joyas en la corona de la Creación,
anhelando ser parte de esa posesión preciosa,
un tesoro forjado en la forja de la devoción y la fe.
Vivimos, sí, en una era de maravillas incesantes,
donde cada amanecer podría traer señales de tiempos aún más asombrosos.
La esperanza canta una melodía de paciencia y de anhelo,
esperando el día en que la oscuridad se disipe al fin.
Se nos promete un futuro donde la maldad se desvanecerá como la niebla,
donde las promesas hechas a Daniel florecerán en realidad.
\"Te levantarás\", se le aseguró, \"para reclamar tu legado\",
en el alba de una era donde la justicia prevalecerá.
¿Quién no anhelaría ver ese día glorioso,
cuando los amados perdidos se levanten en un renacer triunfal?
Para ser testigos de tal despertar, uno debe permanecer firme,
con la fe como escudo y la verdad como estandarte.
Así que esfuércese, corazones valientes, en la búsqueda de la rectitud,
para que su nombre sea inscrito en el libro de la vida eterna.
Porque en la poesía de los profetas y la certeza de su visión,
encontramos la fuerza para perseverar, y la luz para guiar nuestra misión.