Gonvedo

UN HOMBRE A OSCURAS

Hay mundos que son otros mundos,

noches sin techo, donde la luna reverbera

en el  fondo del río y emite destellos

de la madera y su nudo, del calor de un cuerpo ausente.

Pernoctando en fríos escalones,

hay voces que vienen de afuera, que son solo ruido,

ecos en los que las palabras son rehenes.

Dentro hay sombras que respiran junto al lecho,

ahora vacío, y algo falta en mí que no encuentro

en esta oscuridad, que avanza hacia la lumbre.

No estaba en la costumbre, ni en lo escrito

solo donde los días se van hundiendo lentamente.

Al norte limita el corazón con su cansancio

en un pecho que va enmudeciendo, parpadeando

sin nosotros, es solo el dolor de la sangre,

un coágulo que débilmente responde a sus ecos.

Mis huesos cuelgan en la oscuridad,

orean su vejez como un óxido vivo sin saber

que mi cuerpo sigue adelante, hasta donde la memoria

tiene el color amarillo del azufre silencioso

de lo que soy y lo que busco.