Cuando el poeta sufre por sus errores, carga en su verso la herida y el lamento, no es pecado, mas bien un movimiento, un grito que se alza entre los coros.
En cada verso, el alma se desgarra, revela cicatrices, sombras, miedos, y aunque el camino esté lleno de enredos, persiste, pues la luz aún no se ampara.
El poeta no busca perfección, sino verdad, la esencia de su ser, y en cada verso, busca renacer, aunque el dolor le nuble la visión.