Llovía
sobre la piedra.
Llovía
con material insistencia.
Había un cielo pálido
a nuestros pies
y las formas duras
que nos rodeaban
brillaban
titiritando de agua.
Llovía
sobre la piedra.
Llovía
sobre en el pálido día.
Nos acostumbramos
al peso inerte de la lluvia,
a ese mar de espinas
y agujas insistentes
y no vimos las lagrimas
que mojaban nuestra cara.