Bajo el techo se defendían del frío viento,
escuchando pasar el tiempo
dos hermanas.
Nadie se dio cuenta de su aterrador silencio
, ni hablaron ellas con nadie de sus sueños
Ambas se veían forzadas a elegir,
“ o tener por techo el cielo
o vivir en el cementerio”
cada noche al acostarse,
sufrían un terror ciego,
a seguir viviendo debiendo al casero.
Hasta que un día llegó el preludio del final,
de lo anunciado en sueños.
La visita del el casero ,
les explicó en el salón su situación,
y del tiempo que les quedaba en esa casa si no pagaban.
la noticia tuvo la respuesta sosegada,
de dos rosas marchitas,
que viven eternamente soñando una muerte anunciada.
Tras salir el casero ,
las cortinas se cerraron como pétalos de amapolas
Ambas hermanas sintieron en el alma de la otra;
la desesperación de seguir viviendo.
Más unidas y fuertes que nunca,
carentes de penas, de alegrías;
con una determinación limpia, cristalina,
de hacer realidad lo soñado.
liberadas del mañana, teniendo por futuro el pasado.
Abrazada una hermana a la otra,
bendecidas por la melancolía.
Fuertes como nadie dentro de su hogar
antes de ser desahuciadas,
se arrojarían al cielo
Dejando contra el suelo su testamento.
los ruiseñores desde entonces,
lloran cantando en esa calle de Barcelona desde los balcones
“quizás hubo tiempo de salvarlas”
El barrio suspira con la melancolía,
del sonido de las viejas campanas ,
que despidieron a las dos hermanas ,
llevadas a hombros al cementerio antes de ser desahuciadas.
Ángel Blasco.