Las manecillas de aquel reloj quedaron congeladas desde el día en que mis ojos la vieron, las noches se hicieron más largas y ya las dudas en mi no existieron.
Cuando la veo, toda luz se desvanece , ya la gente desaparece, y mi atención le pertenece.
Se llena de gozo mi alma, cuando detrás de la pantalla ,su rostro sonriente está; revolotean en mi interior, mariposas alocadas , que contemplan la mirada, que transpasa y me rebasa.
Cuando la veo, pido un deseo; cierro los ojos y a Dios le rezo; es tan sincero esto que expreso, en este verso un poco extenso.
Mi dulce chica de ojos cafés, dueña divina de mi querer.