En las sombras suaves de una tarde gris,
conozco a Hékate, misteriosa y feliz.
Camina despacio, envuelta en misterio,
susurros en el aire, un viejo imperio.
Sus ojos reflejan secretos de antaño,
en cada palabra, un eco extraño.
No guía mis pasos, ni ampara mi encanto,
solo es un susurro que a veces yo planto.
La encuentro en la plaza, con risa ligera,
contando historias de la luna llena.
Una mujer de enigmas, de historias lejanas,
tejiendo encantos, con manos de diosa.
A veces la miro, y me pierdo en su eje,
no sé de sus sueños, pero siento su poder.
Es un lazo fugaz, una sombra en el viento,
que danza en la bruma, sin miedo, sin lamento.
Oh, Hékate, amiga de noches calladas,
nuestros caminos se cruzan, pero no son jornadas.
Eres solo un reflejo, un eco distante,
una figura en mi vida, que nunca es constante.