Y sí,
Todo se marchitó
silenciosamente una noche se desvaneció,
el deseo concluyó,
el amore zarpó,
infierno su supuesto idilio.
El acabose,
el amore subió a la barca de la desaparición.
Finalmente partió.
Solo soledad en el trance:
compañía solitaria.
Había cantado una canción alegre: ven conmigo a un mundo gigantesco, con el sol enrojecido,
con la luna gigante en el firmamento otoñal,
en una cabaña con los robles testimoniales,
un himno y un poema con tu propio nombre.
Y se quedó en un resquicio de sus voluntades,
sin ser su llamado remotamente escuchado,
y ese sol descrito fue una tórrida anécdota,
para contar pequeñas gentilezas.
Así fue el paso del amore en ese refugio.
Una total canción, cuando el amore sacrificó las rosas (las primeras rosas)
Cuando reía tanto.
El amore ya partió.
Tal vez emprendió su aislamiento total, la reflexión real en un mundo frío,
de vuelta al dormir y suspirar.
Está lejos bendiciendo su amada aún,
por lo que fue en el extenso camino,
sus días de júbilo o los de llanto ahogado, cuánto gritó el misterioso amore,
sin que se escuchara atisbo alguno.
Ahora está tan lejos,
En una calle desconocida,
en un eco sonriente la recuerda y se parte su alegría.
El amore dejó huella.