Me gusta la gente normal que vive en cualquier lugar, entre cada palabra que escucha sin poder retener nada, porque no son de los listos, son de los normales...que van navegando en la vida como avanza el color azul en el mar, sin camino, sin huella, sin poder perderse porque todo es agua...todo es igual.
Me gusta la gente normal con su mirada clavada, en el desierto de un vaso de zurito o de una copa de vodka, de cualquier taberna perdida donde la gente sopla años, de ausencias más grandes que la vida misma, porque ninguna flecha de amor alcanza la diana de su corazón.
Me gusta la gente normal que va y viene en su cáscara de cristal a través del cemento de cualquier ciudad o pueblo. Andenes y estaciones a donde van, de donde vienen, a veces con sombra y sin nadie, y otras sin cielo y sin norte...
Me gusta la gente normal que va sin prisa y con paciencia, y que solamente escribe cartas al tiempo estrujado con arrugas, que no entiende de etiquetas, ni de cunas con pedigrí...y solo saben que viven desnudos y entregados a los sueños ilusos, en el país donde los pobres son muy pobres y los ricos muy ricos, y ellos son los polluelos de los gallos que van con gallinas de encargo.
Me gusta la gente normal que sabe asomarse por la atalaya de su mirada y tomar un café al mediodía o una coca-cola en las noches sin tardes, sin relojes de oro ni cambalaches de platino, ni soles ni mariposas, ni abalorios ni estrellas de plata, pero agradeciendo los besos de la lluvia al campo y quedarse dormidos con unos bostezos empañados.
Me gusta la gente normal que es capaz de escuchar las campanas que repican en la torre de la iglesia, y recrearse con los besos que se dan un vaquero y una ranchera en una película barata, echarse una siesta y luego una partida de cartas donde todo es posible, hasta inventarse la vida con un órdago parecido a un cañonazo, que columpia del susto a la camarera que estaba fumando tabaco.
Me gusta la gente normal que vive en mi barrio, dando cuerda con la llave de la crítica a los verbos conjugados en presente por los recortes del saltimbanqui de nariz grande, que nos ha dejado las sartenes casi sin fiambres y donde ni siquiera el frutero canta ya su pregón por las mañanas.
Me gusta la gente normal que entrega su corazón al prójimo cuando besa con la lumbre discreta de sus ojos, y sabe que no hay que estar en contacto con la mugre política porque hay que lavarse a menudo para no oler mal, según decía el “viejo profesor” a los muchos lagartos y sanguijuelas que le escuchaban, algunos golfos y otros mas golfos todavía...de los que no se aprende nada nuevo, politicastros y gandules del tres al cuarto.
Me gusta la gente normal que da las gracias por el pan nuestro de cada día...me gusta, claro que me gusta el pan y la sopa de ajo de los humildes que vivimos en la delgadez de un espejo de cristal, que se puede romper en el trapecio oscilante del circo de la vida donde no existe malla para la gente normal, y si muchos payasos, fieros leones y monas que chillan dando gritos trompeteros, y gran número de víboras venenosas en las calles de la vida sembradas de muerte que resiste.
Cuando lean este relato pónganlo música como yo la tuve puesta cuando lo escribí y seguramente escuchen a las aves del viento clamar por los sencillos y los limpios de corazón, en los cruces de los caminos que van a las escuelas y las fábricas, sin metralla y sin pistolas, solamente con la palabra y el sudor de la gente normal... que solo quiere cosechar lo justo que poderse llevar a su granero.
Me gusta la gente normal...