Cuanto tiempo pedistes,
no sospechaba la herida
aquella noche triste,
cuando te despedías.
Gracias por quitar el cerrojo,
que oxidado estaba,
gracias por advertir lo borroso
que de a poco se asomaba.
Al final cumplimos nuestras promesas,
librar al otro de cualquier espada,
no mantenernos como presas,
en falsos amoríos de temporada.
LmB