Como chirolas abismadas hacia la bóveda oscura,
arreando tus besos ásperos, cual piedras
pulidas por el tiempo, erosionan mi piel,
dejando huellas profundas en la espuma del alma,
sin extinguirse en la noche amarga
bajo el peso del desconsuelo sombrío.
Ni abrumarlos ni sofocarlos, pues habitarán siempre,
como anhelo febril en este julio caluroso.
Un amanecer envuelto en rocío persistente,
cual lágrimas del alba, besa el día moribundo,
sustituyendo la bruma con los arrullos tiernos
de tu corazón, liberados y frescos.
Como cardúmenes sin fin en aguas gélidas,
mis deseos por tus besos perduran,
acarreados como flores en un vergel exuberante.
Anhelo tus besos, hoy que la soledad me acompaña,
para llorar contigo al amanecer,
cuando el sueño amargo no haya vencido.