el brujo de letziaga

El chico de la armónica.

 

El chico hacía sonar su armónica todos los días cuando la gente pasaba, algunos se paraban dejando sus miradas y unas monedas de plata y otros seguían sus pasos por la calleja de la indiferencia desoyendo su música de pena que nada celebraba.

Ya casi de noche, y con las últimas luces desgastando los cristales que se habían zambullido su reflejo durante todo el día, recogió sus bártulos y contó la calderilla obtenida.

El chico de la armónica partió entonces lentamente del poblado, para disfrutar de la inmensidad silenciosa tras haber estado dejando sus sones en la sencillez relajada de los paseantes sin prisas.

Caminó con la calma de los que no esperan nada, solamente a que llegara de nuevo mañana.