omu

ideas remojadas

En un desequilibrio,
llevando Dios patines,
desprevenido tropezó
y el cantaro de agua fresca,
rodando,desde su cabeza cayó.

 

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Bendice el cielo
con agua de otoño
tanto el asfalto refrescando
como el barro de los descampados
y los claxones del barrio.

Los niños amasan la arena,
mientras en el parque juegan
a saltar y pisar los charcos.
Corren desaliñados y prestos
a pillar estornudos,
para gastar pañuelos
atrapan costipados.

Manchas salpicadas,
patinazos espontáneos,
húmedos los pantalones,
se desgastan entre caricias,
rozan el suelo mojado.

En la estrechez de la acera
se enredan y golpean
los acabados romos y metálicos,
las lisas y estampadas
cubiertas de tela
impactan, se tocan,
practican esgrima,
esquivan con ágiles movimientos,
cuando los vaivenes pasean
agitados, emparaguados.

Cuan agradable resulta
el llanto risueño del cielo,
en su vertical caída
recorre el sembrado,
visita la campiña.
Impregna las entrañas y el pelo
de frutas recién nacidas
y de sabrosas hortalizas
aún con los brazos puestos,
no cocidos ni desmembrados.

Con la tormenta
recuerdo el ciclo,
me siento gota divina,
esparcida por el diluvio,
me viene a la mente
la prolongación de un viaje.


Y si la Tierra hace de matriz
siendo paridora madre,
aquí, de esta manera, mi vida,
como evidente y sencillo ejemplo serviría,
podría estar respondiendo a los enigmas.
Daría respuesta
a una continuidad,
a su razón
y a la consecuencia
del brote atemporal, el cual,
en un día cualquiera
puede contener la verdad

al camino de alguien.


Un trayecto emprendedor,
con miles de distintas formas
prosigue el mayor de los viajes.
Inicia, como añadido transehunte
la marcha, el progreso infinito
ese, que extendido en lo eterno,
anda exento de tiempo
y le sobran los equipajes.