En el silencio de la oración, donde las palabras se elevan,
se forja un vínculo sagrado, un camino que nos lleva a Jehová.
Con cada verso de la Escritura, en la meditación profunda,
descubrimos la dulce figura de un Padre en su magnificencia.
Nos invita con amoroso llamado, a un refugio de paz y consuelo,
donde el corazón, por fe abrazado, encuentra en Él su anhelo.
Es Jehová, fuente de bondad, quien responde con tierna atención,
y en los momentos de adversidad, nos cobija en su protección.
Nos enseña con palabras de vida, nos guía con su luz divina,
en su organización se anida la esperanza que nos anima.
Es en la quietud de la plegaria, donde el alma sincera se expande,
y en la Palabra que nos declara, el amor de Jehová es grande.
Sentimos entonces un amor profundo, una gratitud que nos embarga,
y en cada rincón del mundo, su alabanza nuestra voz alarga.
Es un deseo que nos consume, dar obediencia y honor sin medida,
pues su gloria todo lo resume, es la razón de nuestra vida.
Conocerlo más es nuestra meta, confiar en su plan perfecto,
en su organización se completa, el cuidado de su afecto.
La fe sólida, la confianza plena, en Jehová y su dirección,
nos mantiene en la senda serena, junto a su organización.
No abandonaremos jamás, el camino que a Él nos lleva,
pues en su amor encontramos la paz, y en su palabra, la vida nueva.
Es Jehová, nuestro eterno guía, nuestro Padre, nuestro amigo,
quien en cada día nos envía, su amor, el más bendito.