Me regalaste un crucifico y dijiste, —Adiós, cuídate. Toma en cuenta que algo halla arriba te cuida mejor que yo, me cuida mejor que tú.
Me quede viéndote con rostro desorientado y, entonces supe que era un hasta más no volver.
No había retrospectiva.
Si volteaba hacia atrás derrepente...
Me entró un miedo interno.
Quizá, pensé, me convierto en sal.
Sal en el café, sal en la comida, sal en las paredes de cenizas que se encenizaron cuando te fuiste aunque te quedaste desde abril cuando debiste de huir desde marzo y no volver.
Me regalaste un crucifico.
Me regalaste dos para protegerme del mal que era yo.
Pero eso no se cura ni con mil padres nuestro, cariño o, tal vez le atines, pero, hay que tener mucha convicción.
Opino que basta con sentarse a afrontarse a una misma, revivir el opio del dolor, la conciencia.
Se revuelven como lombrices los pecados que es mejor adormecerlos con dosis fuertes de olvido.
Es de cobardes, pero el dolor es inaguantable.
Opino que, no todas las versión de una son perfectas, opino que eso es parte de estar barada en la tierra y tener las venas pulsantes de vida y, la vida tiene facetas.
Una parte obscura es el principio del equilibrio.
Los seres a los que se les glorifica tanto también dañan.
Es más que suficiente con no perturbar la paz de los otros.
Cosas que nunca van a comprender tu cabeza.
Dijiste —Adiós, estarás en mis oraciones aunque no lo sepas, y solo Dios sabrá cuánto te sigo queriendo aunque me vaya.
Y pretendí creerte, pero de pretensiones no crece la hierba sobre un piso fértil.
Basta de verbos y movilizaciones.
Dijiste hasta luego, yo te respondí —Mejor que sea un adiós eterno. Y volviste a reafirmar —No es por alguien, a lo que me refiero.
Y a mí eso me importó una mierda y, a vos siempre te ha calado que me importen una mierda las cosas.
Entonces suspiramos y trate de ser menos fría y supuse que estaba bien aceptar tu ausencia.
Hay más cosas que describir en este momento.
Hay muchas pieles por tocar, labios encaramelados con los que una puede hablar y, en el transcurso en que te ibas me repase todas las heridas anteriores por las que una pasa y, pesan, más que tu adiós tan desequilibrado.
Una molécula de arena en esta oceánica cabeza llena de ideas.
Eso no quiere decir que no me importen ciertas situaciones, solo que hay escenografías que ya no incluyen ciertos personajes, cantando a Sabines mientras yo me leo lo que esté al alcance.