Elizabeth A. Navarro

Doble Filo

En sociedad, una dama de alta cuna,
con gracia y protocolo, como ninguna.
Mis palabras son seda, mis gestos de cristal,
un aire de pureza, un espíritu leal.

Sonrío con dulzura, con encanto y decoro,
en cada salón, mi presencia es un tesoro.
La educación es mi escudo, la ética mi espada,
una mujer ejemplar, de la más alta morada.

Pero cuando se cierran las puertas al mundo,
mi esencia se libera, se desata lo profundo.
En la privacidad de la noche oscura,
despierta la Sadica, mi faceta más pura.

Me gusta lo prohibido, el placer sin medida,
que tus manos me ahoguen, me pierdan en su vida.
En el lecho, no hay límites, ningún deseo vedado,
mi cuerpo es tu lienzo, tu placer mi legado.

Tus manos recorren mi piel con firmeza,
mientras susurros prohibidos se mezclan con destreza.
El protocolo se desvanece, la ética se disuelve,
y en tus brazos encuentro lo que el alma resuelve.

Entre sombras y suspiros, la pasión desenfrenada,
exploramos los rincones de una entrega sagrada.
Tus caricias intensas, mi gemido un clamor,
dos almas que arden en un fuego abrasador.

Látigos y cuerdas, juegos de poder,
cada deseo cumplido, cada anhelo a tu merced.
Atada y entregada, en tus manos mi destino,
la dama y la Sadica, en un solo camino.

No hay secreto ni tabú, no hay fantasía olvidada,
en la cama soy tu reina, tu esclava, tu amada.
Dos caras de una moneda, un contraste divino,
la dama y la Sadica, en un solo destino.