Que la impunidad está de oferta
eso no lo dudo,
se pueden recorrer las góndolas de los tribunales,
esos palacetes tan sobrios y tan sombríos
donde la gente suele perderse
mirando no sin miedo a abogados de gabanes,
maletines y lentes oscuros.
Y si hablamos de los jueces
nos surgirá rápidamente lo corrupto,
esa imagen de la justicia ciega
la mujer alta con balanza y venda
que refleja su sombra
en el cieguito que pide limosna
en la escalera,
por eso la estatua tiene cara de piedra
y por lo mismo las puertas
siempre son giratorias,
porque dividen dos mundos:
uno el que trabaja y tiene vacaciones
y los chicos van a la escuela y comen
sentados a la mesa,
el otro algo más inoportuno
siempre detrás del terraplén
de ranchos y pasillos y “cabecitas” sin futuro,
por eso son giratorias
porque la vergüenza está a la vuelta;
sin embargo todo es un conjunto
esta sociedad barata que nos arrastra
a cometer tantos actos impuros
como soñar con la mente abierta,
como querer matar a los inmundos…
por todo nos dividen los rieles paralelos y eternos
pero todos sabemos que solo hay un único tren
y mañana nos puede tocar bajar en la estación de la pobreza.
Nos aglutina la vergüenza,
la seguridad de lo inseguro,
y la seguridad de la muerte
porque aquel mata y este se defiende
y el que se defiende también mata
pero mañana nace otro tan semejante a aquel,
entonces aparecen los “Barrios nuevos”
cercados al afano o de afamados diputados:
“doctores” de saco y corbata y bolsillos llenos,
barrabravas del espectáculo tinelesco de la política
descarnada y deshumanizada que nos rodea
y bastardea a propios y extraños y nos deja a todos afuera,
entonces comer se hace un privilegio, casi un milagro,
como estudiar, trabajar, sanar o jubilarse,
adictos al juicio político, así es la ley,
así somos los argentinos,
le rezamos a Jesús y creemos en el “gauchito gil”,
santificamos a la difunta correa, pedimos por Maradona
y nos sometemos, o aborrecemos, al poder de turno,
elevamos a la presidenta a la categoría de Dios
o la bajamos hasta el pozo más profundo y sarcástico
poniéndola en el banquillo de los acusados
pero llorando por su marido extinto.
Son esos caminos tan insondables del desequilibrio
de cortar las rutas con tractores y mercedes benz
con la miseria de defender a los terratenientes,
y otros simplemente para poder comer
y los otarios de siempre que piden por más represión:
“para los pobres la justicia violenta,
para los ricos la justificación a cuestas…”
Cuantos pasos perdidos,
un muerto del partido obrero,
un Julio López desaparecido
y la poca nobleza de apropiarse de hijos indebidos.
No me cabe ninguna duda,
la sociedad es barata y la impunidad está de oferta,
nos dividen la mala distribución de las riquezas
y las diferencias de las arcas llenas y las bocas vacías,
en silencio, y en el salón siguen aún los pasos perdidos.