Los gemidos,
las manos,
el latir.
El deseo,
los ojos,
la sed.
La textura,
la boca,
el instante.
Dos mundos en coalición,
chocan por el placer
-de la destrucción-
de rearmarse,
en una novedad persuasiva
por explorar.
El trémulo de los labios,
la piel traduce,
en el preciso accionar de los dedos.
Encontremos la fugaz estela,
donde nos miramos y tocamos,
donde la curiosidad manda al verbo
que la interpretación corresponde.
Soplo que crea y deshace mundos,
habla y aprende nuevos idiomas
e incluso su lunfardo.