Hoy me dirijo a ti con nudo en la garganta y pesar en el corazón,
sintiendo crucial expresarte mi mayor temor.
En lo más profundo de mi ser, siento miedo de ti.
Temo a lo desconocido,
a lo que hay más allá de la vida y cómo será mi final,
la idea de permitirte entrar en mi existencia,
y saber qué será la última vez que cierre mis ojos, me aterra.
Confieso que no eres lo único que me atemoriza;
también temo al fracaso.
Me asusta no estar a la altura de mis expectativas y de la de los demás,
no cumplir mis objetivos y no lograr lo que deseo en la vida.
Me preocupa no ser suficiente y defraudar a quienes confían en mí.
La muerte y el fracaso pueden parecer no estar relacionados, pero para mí sí.
Temer al fracaso es temer a la muerte de sueños y aspiraciones;
de identidad y autoestima.
Y temer a la muerte,
es temer a la pérdida de lo construido y amado en la vida.